lunes, 26 de noviembre de 2007

Aula oberta 1

Aunque por entonces ya había yo publicado unos cuantos libros y las ventas de estos libros —como diría un experto— me habían devengado algún dinero, confieso que no supe a ciencia cierta de qué iba eso de la propiedad intelectual hasta que entré a trabajar en la administración pública. En efecto, fue en el área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, en las postrimerías del pasado siglo, donde descubrí que los llamados productos culturales no sólo valían lo que se pagaba por ellos, sino también lo que en apariencia no se pagaba.